Mi relación con la lectura comenzó de manera temprana si la comparamos con la edad estándar en que cada persona comienza a leer.
Allá por el año 1989 a la edad de 3 años y unos pocos meses, mis ojos y mi mente empezaron a descubrir la manera de descifrar estos códigos llamados letras.
Observar que las letras unidas conforman palabras y que cuando estas forman una especie de tren, nos hacen acceder a mundos infinitos me sorprendió desde un primer momento.
Recuerdo que las primeras revistas que pasaron por mis manos fueron las aventuras de Patoruzito, y una colección de revistas de dinosaurios.
Estas últimas me apasionaron de manera tal que, aun sin volver a leer sobre esos gigantescos reptiles prehistóricos, aun hoy soy capaz de enumerar a varios de ellos y exponer sus principales características.
En la escuela primaria el libro que mas recuerdo entre los que tuve que leer para la realización de trabajos prácticos es “Rebelión en la granja” de George Orwell
Esta obra me sorprende porque recuerdo que en esa época me había gustado mucho siendo un chico de 11 años. Pero hoy, que conozco su verdadera importancia al poder relacionarla con el contexto histórico en que fue escrita me atrae muchísimo mas, a tal punto en que estuve releyéndola hace solo un par de semanas.
En el transcurso de mi vida en el polimodal, se llevo a cabo mi etapa mas conflictiva en la relación entre lo que yo quería leer y lo que me imponía la institución.
Empezó a no gustarme que me digan que era lo que tenía que leer, recuerdo que tuve que hacer trabajos prácticos sobre los clásicos griegos y el Martín Fierro.
Esas lecturas hoy podrían ser de mi agrado pero en esa época creo que no contaba con las herramientas como para poder disfrutarlas a fondo ya que son obras que poseen un interesante pero complejo trasfondo teórico que debemos conocer para poder valorarlas como se merecen.
Hoy por hoy mi relación con la lectura es más analítica y menos tolerante, dejé de lado a uno de los pecados capitales del lector expuestos por Fernando Savater, quien afirma que es un pecado terminar de leer un libro solo porque lo empezamos y no porque nos haya apasionado.
Trato de ver el contexto histórico de las obras que me gustan, analizar el porque fueron escritas, en que pensaba el escritor en esos momentos. De esa forma me interiorizo más en el mundo de la literatura, mundo ante el cual me puse de rodillas fascinado desde mis primeros años de vida.
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