No muchos saben que dentro del establecimiento, se encuentra funcionando una escuela. Desde hace casi dos décadas la Escuela hospitalaria N°2 Dr. Juan P. Garrahan, se mantiene activa, de lunes a sábados, gracias a la colaboración del Estado y a la buena voluntad de personas que con sus granitos de arena, ya han logrado conformar una linda cordillera. Digo cordillera y no montaña, porque son grupos de gente que a veces, sin nada en común los que desde diferentes lugares, aportan para el crecimiento de la escuela y de la educación de los casi 4000 chicos que, anualmente reciben clases.
Un peu d´histoire
Las escuelas hospitalarias emergieron con gran fuerza – cuenta Marta Gallardo, directora del establecimiento - luego de la segunda guerra mundial, especialmente en Francia, donde quedan muchos chicos internados, y se plantea la necesidad de proseguir con su educación. En nuestro país, este proyecto se remonta al año 1937, y en 1943 se legitima creándose la primera escuela hospitalaria. Durante el gobierno de facto de Jorge Rafael Videla se produce un quiebre, cuando se considera que son innecesarias, y se cierran muchas escuelas. Las gestiones políticas eligen (aunque no debería ser así) favorecer o no a las políticas educativas. Desde que se recuperó la democracia nos hallamos en un punto muy importante de crecimiento y desarrollo para las escuelas hospitalarias. A fines de la década del 80, nace la Escuela hospitalaria N°2, basándose, como todas en el ejemplo de la escuela N°1 Ricardo Gutiérrez, que desde 1945 funciona en el hospital homónimo.
El futuro se construye aquí
Luego de ingresar por una de las puertas principales del hospital, atravieso una especie de boulevard, conformado, por salas de atención e informes, rodeadas de butacas dispuestas como en un cine. Pero aquí no se proyectan películas. En este lugar se llevan a cabo acciones de todo tipo para conformar un futuro, antes que todo posible, y luego digno, para los millares de chicos que son atendidos por mes en él, considerado uno de los 3 mejores hospitales pediátricos a nivel mundial. Tal es el reconocimiento que este lugar otorga, que como queda reflejado en el testimonio de Darío Santoro, uno de los docentes, quien comenta que “(…) cuenta con los mejores médicos, que no están por el sueldo, sino por la chapa que les da el hospital”.
Al terminar el pasillo principal, llego a una sala donde se hace una bifurcación y tengo ahora, que elegir que camino seguir. Dos instituciones se encuentran en el seno del hospital. A mi izquierda, la religión en una pequeña capilla, humilde, pero valiosa (Dios, eternamente privilegió la fe por sobre la pompa). A mi derecha, la educación, giro hacia ese lado, y digo presente, cuando los maestros miraban sus relojes, comprendiendo que era hora de comenzar con las entrevistas, que se sucederían ese día. Asisto ahora a clases, sobre educación en derechos humanos, moral, solidaridad y enfrentamiento de adversidades.
- ¿Dónde están las demás aulas? – Pregunté al ver solo una pequeña sala de un lado, y la dirección del otro.
Todos se reían y me dijeron que no había más. Comprendí que había casi tantas aulas como habitaciones tenía el hospital, ya que pocos eran los alumnos en condiciones de trasladarse todos los días hasta la pequeña sala en la que yo me encontraba. Ahí supe que los docentes se dividían según sectores diferenciados por la patología de los pacientes – alumnos. Una gran diferencia y difícil de superar por parte de los maestros es la que se produce cuando se pasa del clásico “7mo B” a, la habitación 230 del sector de diálisis.
La maestra de plástica Liliana Esteban refleja este tema al decir que “Desde el punto de vista docente cambia bastante la cosa... porque entras en la sala y tenés ocho camas de cada lado y en el lugar estás vos, los padres, las enfermeras, los técnicos y el médico que entra y sale. Te acostumbras, ya que todo forma parte de la situación. Una como docente está acostumbrada a entrar al aula y tener a los 20 chicos sentados en sus respectivos asientos y vos sola frente a ellos”. Enseguida aclara que se acostumbró y que en su profesión considera a todo positivo, en cuanto a que se establecen vínculos muy cercanos con sus alumnos, que se siente importante conteniéndolos y que, por sobre todas las cosas, su tarea les da fuerzas a los chicos para pelear contra sus enfermedades.
El lado sano de los chicos
En la charla con el grupo de entrevistados, con mates de por medio, conversamos sobre los objetivos de la escuelita. Aparecieron como los más importantes: el garantizar la igualdad de oportunidades al niño hospitalizado, a través de una mejor calidad de educación, adecuando el servicio a sus necesidades educativas especiales. Para lograr eso se enfatiza en el hecho de, antes que nada, proporcionar de una excelente capacitación al docente, adecuándolo al tiempo y espacio en el que desarrollará su tarea para garantizar prácticas docentes acordes al perfil de la población escolar. Otro de los objetivos principales es el fomentar espacios de participación comunitaria para que los alumnos, docentes y familiares compartan tiempo y proyectos. Este último es muy importante ya que entre todos, se ayudan mutuamente para superar las diversas crisis que se hacen presentes en el proceso de recuperación del niño que esta afectado por alguna enfermedad. Los niños, presa de su patología luchan como pueden contra ellas, con ayuda de los médicos y familiares. Familiares que parecen y se comportan como personas de acero, pero son de cristal, muchas veces se quiebran. Por eso el hospital cuenta con un grupo de psicólogos quienes también brindan su apoyo a maestros. Maestros que se encuentran con un rol que no es el que atañe a priori a su profesión, o quizás si, pero que aparece en el hospital en un grado mayor: el brindar contención emocional, y además de educar, darle fuerzas a los alumnos para salir adelante, y luchar por vivir.
En el medio de la charla, Liliana nos habló sobre su teoría del “Lado sano de los chicos”. Para el chico la escuela es su lado sano. Que los niños tienen ganas de hacer los deberes porque según su concepción, los niños sanos no hacen deberes, entonces el ir a la escuela y aprender, los ayuda a pensarse a ellos mismos como chicos sanos.
A medida que recorro nuevas instalaciones en el hospital, observo que hay una salita multifunción. Funciona como sala de informática, biblioteca y conservatorio. Cuando le pregunto a Darío sobre los libros, me contesta que reciben muchas donaciones, entre ellas nos cita la de Daniel Filmus (ex ministro de educación de la Nación Argentina) “…esos libros de ahí arriba, los trajo Filmus (dice señalando la biblioteca). Nosotros le dijimos al ministro, que los chicos muchas veces no devuelven los libros y el nos respondió que estaba perfecto que era lo que buscaban al donarlos”. Esta anécdota refleja lo importante que es para la institución, que no todo quede ahí, sino que la escuela sirva para ayudar a los chicos a reincorporarse a otras y a no perder su año lectivo. Al mostrarme Darío los boletines, observo que se manejan como cualquier otra escuela pública, las mismas materias cada una con su nota correspondiente y su plan de trabajo, el cual obviamente se adecua a cada situación.
El arte por el arte…y algo más
Los dibujos de los chicos cubren, las paredes del hospital, decoran las habitaciones y marcan el territorio de lo que les pertenece en las aulas, en su espacio, donde son libres, donde aprenden y enseñan. Donde los colores los ayudaron durante años a evadirse, a pensar en un lugar mejor, a castigar con amnesia a sus dolores. En el aula principal, se observan, personas, animales, casas, paisajes, dotados del más perfecto realismo, el que sale de la mente de los niños. Al fin y al cabo, no hay más realismo que su ficción. Los lápices esperan ordenados, que los desordenen para su felicidad. Todo está en calma y reina un ambiente manso que roza lo aburrido. Salgo de la sala y voy a la dirección. La directora me hace ver la gran importancia que se le da al arte cuando me muestra que casi la mitad de los docentes se reparten entre tareas como talleres de teatro, artes plásticas y música. “Es muy fuerte para los chicos luego de una muestra, convencerse a ellos mismos de lo que lograron y eso les fortalece mucho el autoestima”, comenta uno de los maestros, mientras otros sonríen asintiendo con la cabeza. “Además (comenta otro), es muy importante también para los padres, a ellos también les da fuerzas y los enorgullece el ver las cosas que hacen sus hijos”. Y con razón – pienso -, debe ser una experiencia muy fuerte estar presente en la pelea de tu hijo por vivir, y verlo, empeñarse además por dibujar y hacer cosas que lo hacen feliz.
Dos semanas después de mi paso por el hospital, se organizaría una muestra conjunta de dibujos realizados por los chicos y, una puesta en escena de una obra de teatro también llevada a cabo por ellos.
Anécdotas y reflexiones
Para finalizar la crónica decidí incluir anécdotas para acercarnos aún más al hospital, y ver también desde otra óptica al mismo. En lo general son temas que marcan un continuará. Esta crónica tiene como uno de sus propósitos el plantearse como la rama de un árbol. A través de testimonios, expondré temas que si bien no serán tratados, son de interés para futuros trabajos. A pesar de no relacionarse específicamente con la escuelita, fue gracias a ella que di con estas nuevas extensiones del árbol.
Geografía y antropología: Está el caso de la descentralización de los centros de tratamiento, tema que fue planteado por los mismos maestros y no por las autoridades del hospital. Santoro, es quién plantea esta cuestión al exponer que: “(…) hay que descentralizar el Garrahan. No puede ser un único hospital y que vengan chicos de Jujuy o de Tierra del Fuego. Tiene que haber un hospital pediátrico de complejidad, en el norte, y otro en el sur de nuestro país. (…) es muy difícil para los chicos de las provincias adaptarse a lo que es el clima; las calles mismas los aterrorizan y el movimiento social es tan grande, que se sienten aturdidos.” Pero no es el único testimonio sobre este tema, la directora de la escuela nos hablaba, desde otra perspectiva de chicos que vienen de otros lados “Un chico viene del Paraná, pero allá no se quiere atender, prefiere las cinco horas de viaje en ambulancia. Cinco de ida y cinco de vuelta, y no ir al hospital de su provincia. Él acá se siente contenido y esperaba no tener que irse”. Eso habla del nivel de contención que se busca establecer.
Medio ambiente y salud: “Hay muchos chicos que vienen de Misiones, por trasplante hepático, porque en el río están tirando cromo. Es decir, que no puede ser que vengan para trasplante porque hay personas que están contaminando los ríos con un metal pesado. Las personas toman esa agua y terminan con cáncer. Por otro lado, en Ezeiza enterraron material radioactivo de la central atómica y todos los que llegan de esa zona, vienen con un altísimo grado de contaminación radiactiva y eso es infalible. No hay nadie que se salve de eso”. Fuerte testimonio de uno de los maestros, que prefirió resguardar su identidad.
Matemáticas: La institución educativa se mantiene por medio del gobierno, y donaciones de terceros, quienes además de dinero, aportan, muebles, materiales de construcción, libros y todo lo que la escuelita necesite para llevar a cabo sus clases.
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