Recién comencé a vivir esto en carne propia el jueves 17, cuando, por consecuencia del recorrido turístico del viento, Quilmes comenzó progresivamente a asemejarse a Londres. Incontables son las imágenes que muestran a la capital de Inglaterra, como una tierra donde en varios pasajes del año, la niebla se hace dueña. Lejos de poder asociar a Quilmes historias como la de Jack el destripador, o duendes, también aquí se hizo presente, aunque con otra consistencia. La neblina londinense debe adjudicársele solo a la naturaleza, mientras que, la presente en Argentina, es obra tanto de la naturaleza como de las manos humanas. Por otro lado, la versión made in Argentina, es mucho más dañina que su par europea, ya que está conformada por humo.
Numerosas son las cuestiones desde las cuales se puede abordar al hecho y diferentes los interrogantes que salen a la luz. Preguntas que se hace la población como ¿por qué el gobierno actuó varios días después de producirse los primeros focos de incendio?, o, ¿Quiénes exactamente y por qué los generaron? (es un hecho que fueron focos artificiales, ocasionados de manera voluntaria los que ocasionaron el humo). Varias son las respuestas factibles que luchan por subir al podio de los titulares en los diarios. Por lo pronto, las llamas son difíciles de controlar por la mano del hombre, estamos en presencia de una analogía con las historias de Frankestein o el Golem, criaturas a las que el ser humano creó para luego escaparse de su control. Si una cosa está clara, es que cientos de incendios no son provocados por boberas infantiles, sino que son medios, un tanto maquiavélicos para llegar a un fin.
Lo que parece no tener fin, son los errores que cometemos los seres humanos. Hoy estamos rezando por que llueva, o simplemente el viento cambie de dirección. Solución, influenciada por nuestro egoísmo, el cual nos impide ver que al cambiar el viento, no se soluciona el problema sino que pasará a afectar a otras personas. Las ventiscas, se dirigirán a salas de espera, llamadas ciudades, donde los habitantes aguardan impasibles para sufrir los efectos del humo. Efectos, que suelen traducirse según mi propia experiencia, en ardor en los ojos, dificultad para respirar, para hablar y para ver más allá de unos pocos metros.
Desde ese día, con los cambios de clima, el humo ha hecho su aparición para luego desvanecerse, turnándose para visitar diferentes sectores. ¿Víctimas? Mucha gente inocente y varias personas que directa o indirectamente, se convirtieron en victimarios en esta historia, que por ahora es de suspenso. El final no lo sabremos, hasta que nuestro Golem decida, por si solo, jubilarse. No sin antes reclamar, y quejarse por sus derechos.
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