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Según Ricardo Piglia, un cuento cuenta siempre dos historias. Podemos observar la aplicación de esta frase en la interpretación que Sandra Russo hace de la obra de Salinger “Un día perfecto para el pez banana” donde habla del personaje en el que se basó principalmente Salinger para realizar su narración. Russo argumenta que:
Seymour no es solamente el más conocido de los hermanos Glass, sobre cuya historia basó casi excluyentemente su gran obra el escritor norteamericano. Seymour es, sobre todo, un veterano de guerra. Y es sobre todo un veterano porque su tragedia personal, invisible para los otros, callada, encubierta por el tono zumbón y la falsa trivialidad que lo rodea, es en rigor el detonante de todo lo que marcará a la familia Glass. Seymour ha vuelto de la guerra pero su familia, la familia de su novia, sus amigos, sus vecinos, los norteamericanos, lo han tratado como si la guerra hubiese sido apenas un mal trago, un rito de iniciación exagerado. Seymour soportó la guerra, pero no soporta hacer de cuenta que no estuvo en ella.
La frase nos lleva a reflexionar sobre si, más allá del cuento, no estamos rodeados de máscaras. Quiero decir, que trasladando a otro plano la definición de Piglia estamos rodeados de personas (es más creo fehacientemente que nosotros nos incluimos entre ellas) las cuales no tienen una historia que es la que muestran y la que desarrollan, sino que conocemos una historia de esa persona, por eso nos sorprendemos cuando alguien realiza algo que no esperábamos. Cuando esto ocurre, nos deja perplejos el cambio de rumbo que toma la conducta, o la historia a la que estamos acostumbrados a ver, de esa persona. Así como en todo cuento infantil, observamos una moraleja, o en toda novela lo que acapara nuestra atención no es el final, ya que en ese caso veríamos solo el primer y último capítulo, lo que llama nuestra atención es la multiplicidad de historias que se hacen presentes ante nuestros ojos.
Cito nuevamente a Piglia quien argumenta también que:
El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.
Seymour, quien se pega un tiro en la cabeza, saca a flote aquí la historia oculta, todos los trataban como si la guerra a la que asistió no hubiese existido, y él mismo intentaba actuar como si nunca hubiese estado ahí, pero estuvo, y el interpretar solamente una historia, no correspondida con lo que vivió fue el detonante de su suicidio. Suicidio que exhibió el final de su historia oculta, la cual presionaba a su ser, la cual se hacia presente en su interior día a día hasta que salió, de alguna manera, a la luz.
Pasando a otro tema, hay una pregunta que el autor de “Tesis sobre el cuento” se hace, que me pareció muy interesante. La interrogación en cuestión es la siguiente: ¿De quien depende decidir que una historia está terminada?
En mi opinión depende exclusivamente el escritor quien decide, darle fin a la obra, o, caso contrario, dejar abierta la resolución del final de la historia oculta, es quien escribe quien decide si lo hará para lectores como la tía de Flannery O´Connor, o para otro target de lectores. Hay ocasiones en que la sucesión de palabras dadas en un cuento, es tan hermosa y está tan bien lograda, que aunque hay una resolución de las historias, el lector sigue buscando un después, un que ocurre, en la historia luego, que se escribiría en hojas imaginarias, como seguirían sus vidas los personajes de la historia. Creo que lograr este efecto debe ser una de las aspiraciones máximas de cada escritor, ya que significa, que sus palabras llegaron al interior del lector.
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