Para la reflexión del género, elegí responder el cuestionario propuesto a los autores en “La argentina crónica”, basándome en mi nueva experiencia como cronista. Al finalizar el cuestionario, atenderé cuestiones no abordadas en mis respuestas, y que considere importantes. Al responder las preguntas, también expondré mi posición sobre algunas de las opiniones de los autores seleccionados por Maximiliano Tomas.
¿Cuál es su definición de crónica periodística?
¿Cuál cree que es su finalidad?
¿Qué límites - éticos, metodológicos – existen a la hora de contar una historia para investigarla?
La crónica periodística, es una modalidad literaria, en la que el profesional cuenta con una variada gama de recursos a su disposición, los cuales utiliza para narrar una historia. Puede recurrir, siguiendo los ejemplos de Walsh y Capote (pioneros de la Non - Fiction) a testimonios, descripciones, anécdotas y documentos. Al referirse la pregunta a la crónica periodística, considero necesario que ésta encierre en su desarrollo, las cinco W que deben estar presentes en toda noticia. Debemos pensar entonces, si la crónica implica en su génesis a la noticia. Pues bien, la Real Academia Española define a la palabra Noticia como: “Contenido de una comunicación antes desconocida”, o como un “Hecho divulgado”. Por lo tanto, queda demostrado así que la crónica contiene dentro suyo una noticia. Coincido con varias definiciones dadas en el libro “La argentina crónica”, las cuales expondré a continuación, comentando a cada una de ellas.
Carolina Reymúndez, expone que la finalidad de la crónica es “(…) contar una historia, iluminar ese pedazo de mundo…”. Ésta definición que puede sonar vacía en un principio, encierra cosas detrás. Al hablar de iluminar un pedazo de mundo, se hace referencia a la “Alegoría de la caverna”, ya que se utiliza ahora a la crónica para llevar luz hacia algo que era invisible. Es decir que se le muestra al lector, algo que desconoce, para que él decida que hacer con lo que tiene ante sus ojos. Luz es, en este caso, sinónimo de conocimiento. Más que interesante sería contraponer a esa definición con la expuesta por Leila Guerriero, quien comenta que la finalidad del género es “(…) tratar de contar historias que siempre han estado ahí pero sobre las que se han posado miradas bobas o distraídas. (…) hacer que un tipo, en el living de su casa, lea y se cuestione un par de lugares comunes relacionados con éstas historias, podría ser un objetivo mas o menos modesto y de tan inútil, noble”. Según esta opinión la crónica no necesariamente tiene que ocuparse de cosas totalmente novedosas o desconocidas, sino que debe, en alguna forma encontrar lo ya observado, para posarse sobre eso, mirándolo desde otra óptica para hacer que el lector reflexione sobre lo que tiene ante sus ojos. Leila dice esto con cierto escepticismo. A mí, esa reflexión me condujo a concebir las siguientes preguntas. ¿Para qué lector se escribe? ¿Qué influencia tiene ésta decisión en la crónica? No creo que vaya yo a resolver un debate que lleva siglos. Hay opiniones que avalan que el escritor escribe antes que nada para si mismo sin condición alguna que lo limite, pero igual cantidad de personas indican que el cronista escribe, a priori condicionado por el lector al que se dirigirá su crónica. Por mi parte considero que la balanza se inclina siempre hacia la segunda opción.
Planteemos posibles escenarios:
- En el caso de realizarse un trabajo independiente, sin finalidad de publicación, el escritor comenzará por escribir, antes que nada para si mismo, pero el ego del hombre siempre nos tienta a querer que alguien lo lea. Inconscientemente, en mi opinión, alguien siempre escribe para otro. Inclusive, al escribir para nosotros mismos, nos planteamos como lector, condicionándonos, y analizando que sistema o forma de narrar un acontecimiento es más afín a nuestros gustos. Continuamente limitamos nuestras posibilidades, estableciendo subjetivamente que tal estructura o léxico es más adecuado que otro para tratar un tema determinado.
- Al escribir para medios de comunicación, el cronista, además de encontrarse limitado por los factores nombrados anteriormente, se encuentra sometido a nuevas limitaciones. Hablamos ahora por ejemplo de ideologías de editorial, el target de público al cual el medio se dirige, y la provisión de un sustento económico adecuado para su investigación. Hago un paréntesis, para citar a Esteban Schmidt quien responde lo siguiente, al preguntársele por los límites de la crónica como práctica: “El límite más obvio en la Argentina es que nadie, ninguna cooperativa u ONG paga el tiempo que lleva hacer las cosas bien. Eso en principio limita mucho la agenda porque los periodistas, pueden narrar sobre una muy escasa gama de posibilidades, siempre atada además a no complicar la relación de esos medios con los anunciantes”. Claramente se observa en esta definición los límites a los que esta sometida la crónica, además de los impuestos por el lector a quien se va a dirigir.
Continuando ahora con los límites de la entrevista, a los nombrados anteriormente, quiero agregarle los límites morales a los que se somete la ventilación de ciertas noticias. Cristian Alarcón expone que: El límite (…) es no vulnerar la dignidad de los protagonistas ni la seguridad de las fuentes. No estoy del todo de acuerdo con ésta definición ya que considero que establece límites muy precisos. Es interesante observar como se contrapone con la definición dada por Josefina Licitra. Ella plantea que los límites éticos los pone uno mismo al momento de escribir, y por lo tanto, existen los mismos límites que uno se impone en la vida diaria. La ética según su concepción, es personal, y no considera repudiable, el que el cronista traicione a los protagonistas, en el sentido de que, no escriba, lo que el protagonista espera.
Pasemos por último al tema de lo estructural y lo cronológico. Martín Caparrós plantea éstos aspectos de la crónica de la siguiente manera. “Siempre que alguien escribe, escribe sobre el tiempo, pero la crónica – muy en particular – es un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en que uno vive. Su fracaso es una garantía, permite intentarlo una y otra vez – y fracasar e intentarlo de nuevo (…)”. Además expone que “Así escribieron América (…) narraciones que partían de lo que esperaban encontrar y chocaban con lo que se encontraban. Lo mismo que nos sucede cada vez que vamos a un lugar, a una historia, a tratar de contarlos. Ese choque, esa extrañeza, sigue siendo la base de una crónica”.
Las ideas aquí planteadas por Caparrós, despertaron en mi, una sonrisa, quizás por afinidad de pensamientos. Creo, al igual que el periodista – escritor, que siempre a priori intentamos informarnos sobre los hechos que tratamos de explicar, y que siempre chocamos con algo que nos sorprende. Eso es, en mi opinión lo mas rico que una crónica puede dejar en el cronista, el hecho de que se de cuenta que, intentando enseñar un tema, puede incluso instruirse sobre mucho más de lo que luego pretende exhibir. La riqueza de una buena investigación permanecerá por siempre en la cabeza del escritor. A ésta idea la uno, a la primer cita de Caparrós. Los fracasos e intentos de los que hablar, parecen remitirse a un ensayo sobre error y aprendizaje. Quizás al intentar retener al tiempo, uno se transforma en un ratón de pruebas, pero el volver a intentar una y otra vez retener al tiempo, nos hace cada vez más ricos siempre y cuando no perdamos nunca las esperanzas. En ocasiones quizás debamos agradecer el hecho de ser “el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Pasando por último al plano estructural, el cronista puede jugar con la cronología narrativa, encontrándose en la crónica con una cronología, en su forma de narrar, y una sucesión de hechos que anota, los cuales también se suceden en un tiempo y espacio determinado. Ulibarri plantea en “Idea y vida del reportaje” diferentes estructuras posibles que nos ayudan a decidir como encarar nuestro trabajo. Exponiéndolas con humildes definiciones y a ojo de águila, las posibles elecciones son las siguientes.
- Estructura por bloques: Se divide al trabajo por bloques temáticos.
- Contrapunto y dialéctica: Se exponen de manera separada o conjunta, opiniones encontradas sobre un tema determinado.
- Cronología: Se elige en que orden exponer una sucesión de hechos determinados. Mediante elipsis y analepsis, se intenta darle diferentes efectos a una crónica.
- Estructura por escena o casos: Se establecen hechos sucedidos en diferente tiempo y espacio, pero que contengan un hilo que los una, es decir, un eje temático que los reagrupe.
- Estructura coloquial: Según palabras de Ulibarri “No hay una investigación profunda en que basar el texto, sino una experiencia relatada con soltura y espontaneidad”.
El cronista por lo visto hasta aquí cuenta con infinitas herramientas para realizar su trabajo, puede combinar estilos e incluso las estructuras recién analizadas, a su antojo, provocando según su utilización diferentes efectos. El cronista, es a la vez, etnógrafo, investigador, periodista y escritor.
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